Me gustan los fractales, la teoría del caos… Cuando adquirí mi primer PC, un 486 DX2 a 66 Mhz. allá por 1992, uno de los primeros programas para MS-DOS que instalé fue Fractint, incluido en un CD que acompañaba a la revista PC Actual, revista que compraba puntualmente cada mes.

Fractal Julia

Se trataba de un programa realizado por el auto-denominado «Stone Soup Group» (enlace roto) que generaba dibujos fractales bellísimos como el de la ilustración. Incluía el programa una lista de posibles fractales y, junto a ellos, aparecía el nombre del autor del diseño. La lista era interminable, y los nombres eran todos distintos. Deben ser matemáticos de una gran universidad, pensé. Luego supe que cada diseño fractal era una aportación de gente desconocida que colaboraba voluntariamente, pues, el programa en sí, sólo generaba las imágenes a partir de los datos que le se indicasen, o sea, aquello que aportaban los colaboradores.

Otra cosa que me llamó la atención del programa es que se distribuía como Dominio Público, es decir, que cualquiera podía obtenerlo listo para ejecutarse en el ordenador y también podía obtener la lista de instrucciones que lo componía, hacer los cambios que se le antojase en ella, y si, fruto de esa investigación y manipulación, encontraba que podía aportar alguna mejora, la enviaba a los autores para que fuese incluida en la siguiente versión que se distribuyese.

No me entraba en la cabeza. Esta gente estaba regalando su programa. Con la de insensatos que hay, que pueden sacar provecho propio de ello y adueñarse de su trabajo. Era algo muy nuevo y revolucionario para mi.

Leí con interés la ayuda (en inglés) del programa, y a duras penas pude entender de qué iba todo esto. Entre la documentación, se incluía una fábula titulada «La sopa de piedra». De ahí han debido tomar el nombre el grupo de programadores, -concluí-, no hay duda.

Este era el relato (enlace roto) que podía leerse, y aquí os dejo uno ya traducido:

En un pequeño pueblo, una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer.

-Lo siento-, dijo ella, -pero ahora mismo no tengo nada en casa-.

-No se preocupe-, dijo amablemente el extraño: -Tengo una piedra de sopa en mi cartera; si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la mas exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande, por favor-.

A la mujer le pico la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver al extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó -¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas-.

-¡Yo tengo algunas en mi cocina!-, grito una mujer. Y en pocos minutos regresó con una gran fuente de patatas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el brebaje, y añadió pensativo: -Si tuviésemos un poco de carne, haríamos un cocido de lo más apetitoso…-

Otra ama de casa salió zumbando y regresó con un gran pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo: -¡Ah, que sabroso! Pero si tuviésemos unas pocas verduras sería perfecto…-.

Una de las vecinas fue corriendo a su casa y regresó con una cesta de cebollas y zanahorias. Después de introducirlas en el puchero, el extraño probó, de nuevo, el guiso y, con tono autoritario, dijo: -¡Sal!-. Al punto, la dueña de la casa proporciono dicho ingrediente.

A continuación, el extraño dio otra orden: -¡Platos para todo el mundo!-. La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.

Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todos se sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían, por primera vez, su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló, silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellos podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.

¿Os ha gustado? En la Wikipedia tenéis información detallada sobre esta historia y sus distintas versiones. La narración era clarificadora, y me dejó una gran lección: si compartimos, sumamos.

El programa Fractint sigue disponible en Internet décadas después. Aún acepta correcciones. Muchos otros programas han reutilizado el trabajo de estos pioneros y han realizado versiones para otras plataformas y sistemas operativos como GNU/Linux o Mac OS X. Ha sido un trabajo provechoso.

Desde que conocí esta historia, he intentado seguir su filosofía en todo lo que he emprendido. Ahora os toca a vosotros/as ponerla en práctica. 😉